Te encuentras en una sala de juntas llena de ejecutivos. Todos cumplen los mismos requisitos: hombres, cincuenta años o más, trajes. Conocen el mercado cinematográfico actual. Saben qué quiere el público, qué lucecitas hay que poner en sus pantallas para que arrojen billetes sin reparo alguno a sus cuentas corrientes. La única duda que albergan es qué va a hacerles su mujer de cenar cuando lleguen a sus casas suburbanas. Ah, y cómo coño vas a hacerles perder el tiempo esta vez.

Por eso cuando mencionas la palabra «universo cinematográfico», la mesa alrededor de la cual se sientan gana dos palmos altura. Es (esperemos) la primera vez que ves un mueble siendo alzado por una decena de erecciones simultáneas. Ojos saltones y rodeados de arrugas están clavados en ti, y no puedes dejar de mirar la mesa alzada. Empiezas a sudar. Continúas la explicación: una película para cada personaje de aquella propiedad. Hay un elemento que las conecta a todas más allá de las referencias entre ellas: una agencia/organismo secretista dedicado a seguir la pista a dichos personajes. Cada entrega sienta unas expectativas que deben ser resueltas en una épica película-clímax donde esos personajes se unen y luchan por una causa común. Varias cejas se alzan, y recuerdas mencionar que por supuesto van a hostiarse entre ellos durante el camino. Eso era muy importante y no te perdonas haberlo olvidado.

La presentación ha terminado. Creías saber lo que era la incomodidad, hasta que reparas en que uno de los ejecutivos del fondo sacude la mano dentro de sus pantalones, sin apartar los ojos de tu PowerPoint. Otro de ellos, más cercano a ti, pregunta:

—¿Como en Marvel?

Te obligas a sonreír, y respondes:

—Sí, como en Marvel.

Silencio. Salvo por el ejecutivo del fondo.

Te dicen que te llamarán mañana. Das las gracias, sales y cierras la puerta. Justo entonces oyes una cacofonía que te recuerda a la última entrega de El Planeta de los Simios.

En mi cabeza, esto es lo que pasó cuando Universal concluyó en que su Dark Universe era buena idea (porque todos queremos ver a Frankenstein, Doctor Jekyll y Tom Cruise marcándose un Los Vengadores). Y también con Warner y su universo cinematográfico de monstruos, que es de lo que debería ir este artículo. Paramount tiene alguna idea similar con Transformers, creo que spin-offs a parte de interminables secuelas. Cualquier estudio con grandes propiedades babea con la idea de iniciar una franquicia interconectada. Sueñan que llevan los leotardos de los superhéroes de Marvel y se despiertan con un Pollock en su ropa interior.

¿Pero cuántos de estos proyectos han funcionado?

Pese al vapuleo constante de la crítica y el público, el universo DC/Warner sigue existiendo y lucrándose gracias la fórmula Marvel/Disney. El resto de proyectos de este calibre son fetos en desarrollo, muchos de ellos condenados a morir antes de nacer, o en el caso del Dark Universe, a nacer muertos.

No obstante, puede que Warner/Legendary tenga un bebé bastante saludable entre manos: el que concentra su propiedad sobre King Kong, Godzilla y otros kaiju de Toho.

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Hollywood con Japón

Vivimos en una época de la historia del cine en la que Godzilla vs. King Kong no es un proyecto de serie B asiática sino una super-producción hollywoodiense de alto calibre. La moda actual ha movido la lógica de la película-evento Personaje Famoso vs. Personaje Famoso lejos del bajo presupuesto y el directo a vídeo. Capitán América y Iron Man se pegaron. Batman y Superman también. ¿Por qué Kong y Goji iban a ser menos? Si de hecho Toho ya organizaba semejantes eventos mucho antes de que Marvel se arrastrara fuera de las sombras de la serie Z. Godzilla vs. Mothra vs. Mecha-Godzilla vs. King Gidorah vs. King Kong. Obviamente Warner vio toda esta propiedad como carne de universo cinematográfico, y estaba dispuesta a marvelizarla indiscriminadamente.

Antes de entrar en ese terreno me gustaría analizar las dos películas que de momento conforman la franquicia: Godzilla (Gareth Edwards, 2014) y Kong: Skull Island (Jordan Vogt -Roberts, 2017).

La premisa de Godzilla es bastante simple: dos bichos enormes y poco interesantes han salido a la luz para destrozar ciudades y dar a Goji un motivo por el que poner fin a su indefinido letargo. Durante los escasos veinte minutos que aparece en pantalla, Godzilla hace frente a los monstruos que nos amenazan para «restablecer el equilibro» (o eso dice Ken Watanabe) y erigirse como un (¿involuntario?) salvador de la humanidad antes de volverse a echar la siesta.

Kong: Skull Island va de un palo muy distinto. En los años 70, justo en las postrimerías de la guerra de Vietnam, un equipo de exploradores parte hacia la legendaria e inexplorada Isla Calavera. Como cabe esperar allí encuentran toda clase de engendros antediluvianos que se los meriendan uno a uno. Ah, y un mono del tamaño de un edificio. No les queda más que salir por piernas de allí.

Ambas películas fueron tremendamente rentables, y fueron acogidas con críticas moderadas. Esta es solo una de la extensa lista de similitudes que estos filmes comparten: dirigidas por dos individuos recién salidos del cine independiente (Edwards con el thriller de ciencia-ficción Monsters, y Voigt-Roberts con el drama The Kings of Summer) que demuestran una enorme maestría en el terreno visual, y escritas por tipos mucho menos competentes.

 

El guión. Ese es el punto más flojo de ambas. Personajes planos y huecos que no logran despertar un ápice de interés. Godzilla apenas se salva a sí misma gracias a la acción y al apartado visual, porque ninguno de los otros elementos (a parte del personaje de Bryan Cranston antes de esfumarse) logran un mínimo grado de implicación, al menos por mi parte. Hay trechos realmente aburridos. Kong es distinta en este sentido: los personajes están un poquito más trabajados (que no mucho), pero lo que realmente salva la historia es lo divertida y desinhibida que es. Abraza su espíritu pulp sin ningún reparo y da lo que promete: dos horas de aventuras y festival de violencia monstruosa.

Aquí reside la diferencia abismal entre ambas películas. Godzilla intenta tratar el ataque de los monstruos «como si ocurriera en la realidad» y fuera un evento à la 11-S. Algo que Cloverfield de Matt Reeves ya había logrado años antes, y en lo que Godzilla falla catastróficamente por no contener ni el drama ni el horror necesarios (muy vendidos por los trailers, eso sí). Al final es una película de catástrofes y peleas de monstruos sin más. Solucionaría muchos de sus problemas si fuera tan desacomplejada como Kong.

¿Qué lección se puede sacar de todo esto? Que Hollywood debería terminar de una vez con la moda «make it darker» porque sí. El Batman de Christopher Nolan ya forma parte del pasado. Vivimos en tiempos oscuros de por sí, y tanto los creativos como el público están saturados. Hay estudios que aún creen que funciona (Universal con La Momia y su, irónicamente, DARK Universe), y otros que se han dado cuenta demasiado tarde. Sólo hay que ver cómo Warner cambió el marketing y el tono de Suicide Squad de pronto, o qué rumbo está tomando actualmente el universo fílmico de DC.

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No me malinterpretéis, no digo que estas películas deban renunciar a un tono maduro. Pensad en Pacific Rim de Guillermo del Toro, por poner un ejemplo del género. Los personajes y el mundo tienen una base trágica/dramática que la película se gana a pulso, pero a la vez no se corta un pelo en ser autoconsciente, irónica y endiabladamente divertida.

Vistas Kong y las decisiones que Warner/Legendary está tomando respecto a este nuevo universo cinematográfico, tengo fe en que hayan aprendido la lección.

Volvamos al tema del monsterverse. La conexión entre las dos películas recién analizadas se basa en la idea en que la tierra alberga formas de vida colosales que existen desde hace millones de años, pues en su día fueron los dueños del planeta… y es probable que queden para pegarse. En ambas películas aparecen personajes de un organismo secreto que se dedica a seguir la pista de semejantes bichos. Sí, como SHIELD en el universo de Marvel. Incluso el Dark Universe ha adoptado lo de la Agencia Secreta de las Secuelas introduciendo al jodido doctor Jekyll como su propio Nick Fury en La Momia. Todo lo mencionado en el gratuito prólogo de este artículo.

Por mi parte no podía evitar ver el nuevo estratagema de Warner como nada más que otra forma rastrera de ordeñar sus propiedades. Luego vi Kong, y me enteré de que Mike Dougherty y Adam Wingard iban a encargarse de las siguientes entregas en la franquicia. Todo esto solo podía significar una cosa: que con suerte iban a dejarse de oscuridad y abrazar el espíritu de serie B que estas películas conllevan.

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Curtiéndose en lo de zurrar lagartos

Para entender esto hay que conocer en qué líneas trabajan Dougherty y Wingard. El primero es el director de Krampus, una bizarrada navideña de la que me gustaría escribir también, aunque en fechas más señaladas. El tono de Krampus difiere mucho al del terror mainstream de hoy en día: es divertidísima y muy consciente de sí misma, pero no por ello deja de tener momentos de auténtico horror. Lograr algo así en el panorama actual es una proeza. Por eso me alegra que Dougherty esté al cargo de Godzilla: King of Monsters (la secuela planeada para 2018), donde veremos al kaiju pegarse con un pterodáctilo hipertrófico (Rodan), una polilla gigante (Mothra) y un dragonoide de tres cabezas (King Ghidorah). En mi opinión, semejante premisa no puede ser demasiado seria consigo misma, así que podría estar en manos adecuadas.

Se reveló recientemente que Adam Wingard iba a encargarse de Godzilla vs. King Kong, y lo que parecía un crossover sacapasta innecesario se convirtió para muchos en una gran fuente de curiosidad, incluso expectativas. Wingard, amado y odiado a partes iguales (ahora más que nunca, pues es el artífice de la no-adaptación de Death Note para Netflix), ha destacado por sus locuras con aires de neo-serie B como You’re Next o The Guest, suficiente como para darle un voto de confianza. En varias entrevistas también definió su idea para el crossover: una pelea masiva de monstruos (varios de ellos), guiada por un importante núcleo emocional. Personalmente no sé cómo piensa hacer eso, pero ya tiene mi interés, y más cuando dice que lo mejor del «fandom» de los kaijus es que les emociona que nadie se esté tomando esto en serio.

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Canon as fuck

Sí, soy consciente de que quizás le esté dando demasiadas vueltas a lo que podrían ser blockbusters vacíos y olvidables. De la lógica tras este «Monsterverse» y de que estas ideas probablemente hayan surgido en una sala llena de ejecutivos con erecciones. De que es un estudio americano chupando sangre de uno de los géneros japoneses por antonomasia. Pero el cine nos ha demostrado con creces que ideas de puro marketing puede convertirse en algo muy distinto si está en las manos adecuadas. Si hay pasión detrás. No la vi en Godzilla, pero sí en Kong, pese a todos sus defectos. En su atención por los detalles y su espíritu alocado. Si estas futuras entregas aceptan su intrascendencia y ADN pulp de la misma manera, si demuestran el mismo amor desacomplejado por el género y el material original… sólo les pediría un guión un poco más decente. Por lo demás, espero que sean conscientes de lo surrealista que resulta la imagen de un mono gigante dándose de hostias con un lagarto radioactivo. Y qué divertida.

 

J.M. Rico